Sí, hemos creado un mundo fabricado para atender a nuestras necesidades más básicas. Tenemos bloques de hormigón donde nos cobijamos, hemos creado espacios en el que individuos de bata blanca dicen devolvernos la salud, también tenemos almacenes en cuyos estantes podemos adquirir paquetes y cajas con algo que llevarnos a la boca, espacios o templos del saber, en el que adquirir conocimientos desde el más básico al más sofisticado y abstracto, un mundo artificial de bienestar, impensable hasta hace unas décadas; y también un mundo virtual en el que no es necesaria ninguna relación mínimamente personal.
Pero existe un lugar, ajeno a variables como el espacio y el tiempo y a nuestras necesidades de la base de la pirámide, en el que, independiente de nuestros títulos, logros o posición social, regresamos al verdadero hogar, un refugio en el que el brillo del mundo exterior no es más que un espejismo y es en esa especie de hogar, es dónde fortalecemos nuestra autoestima, nuestra esencia o fortaleza interior, ajena a las inclemencias y crudezas vitales.
Es en ese estado, se encuentra el juego y la imaginación que atesoran los cuentos, es un regalo que los padres pueden hacer a sus hijos, la calidez de una voz familiar y personal, la contemplación del imaginario visual a través de las ilustraciones y el mensaje que nos transmitan, construirá parte de nuestra identidad futura. En ese momento, en el que se puede fortalecer los lazos intergeneracionales. Esta forma de vivir, o estar en el mundo es la que nos transmitió Beatriz SanJuan, que se dedica al delicado y maravilloso mundo de contar historias, siempre desde la honradez y desde la autenticidad.
Desde la invitación y sugerencia de cultivar ese pequeño placer para con los más pequeños o en realidad para tod@s.Oyentes y cuentistas todos se suben a ese barco.
Porque la maternidad/paternidad está llena de obligaciones y de responsabilidades, pero también deberíamos aprender a vivir de forma más relajada ese tiempo que pasa rápido. El cuento como vehículo de transmisión de valores, ideas y enseñanzas no formales, de aprender a encarar a nuestros lobos interiores.
Miramos al futuro, inmersos en el imparable avance tecnológico. Mientras, otros miran hacia atrás, adquiriendo otro tipo de sabiduría enraizada en el folklore y en la ficción, ese tiempo de entrega nos fortalece por dentro, porque nos han dedicado un tiempo precioso, en el que somos aceptados por ser como somos.
¿ Por qué… a quién no le gustan los cuentos? Podemos empezar por Gianni Rodari o Roald Dahl, C.S Lewis o el Cuento de Navidad, de Charles Dickens y tantos otr@s.